Alvaro B1og

FIGTH

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De niño recuerdo ver en algunas caricaturas, que cuando un personaje debía tomar una decisión o realizar una acción muy difícil, en la que dependiendo que eligiera, el resultado podía ser malo o bueno; se le colocaban un diablo 😈 y un ángel 😇 uno en cada hombro, y ambos le decían que tomara la decisión incorrecta o correcta, respectivamente. El personaje debía elegir a quien obedecer, muchas veces las palabras del diablo eran muy tentadoras y apelaba a sus deseos, a diferencia del ángel que decía la verdad e invitaba a reflexionar para que se pudiera tomar la decisión correcta.

¿Cuantas veces nos ha sucedido lo mismo? Y no me refiero a que literalmente se ponga un diablo y un ángel en nuestros hombros. Pero en nuestro interior existen dos fuerzas que pelean por ser la mas fuerte. Romanos 7:21-23 dice: 👇🏻

“Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo.”

Es una lucha diaria la que se vive entre nuestra carne y el espíritu. Mientras nuestra carne quiere satisfacer los deseos pecaminosos, nuestro espíritu lucha por agradar a Dios. No es un juego, esta lucha es real y tenemos que estar preparados para afrontarla diariamente; prevalecerá el mas fuerte, el que mejor alimentado este. Somos nosotros los que alimentamos ya sea a nuestra carne o nuestro espíritu.

“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.”
Gálatas 5:17

En nuestra mente es donde se libran estas batallas, y en gran mayoría depende de nosotros el resultado final. Y digo en gran mayoría, porque hay veces que hacemos lo malo que no queremos,

“De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.”
Romanos 7:19

Y ahora ¿Quién podrá defendernos? ¡Jesus! 💥 una búsqueda diaria de su presencia, en oración y lectura de su palabra, fortalecerá nuestro espíritu y la balanza se inclinará hacia hacer el bien. Ahora bien, cuidemos lo que entra a nuestra mente y así evitaremos que nuestra carne tome fuerza y que cedamos ante la tentación.

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